Un viaje de iniciación al cicloturismo, en solitario, para limpiar malos rollos, con desviaciones y actitudes errabundas, improvisando el día, aprovechándome de lo bien pertrechada de servicios y segura que está la ruta.
La ruta
La parte de la ruta que más te ha gustado
Quitando el precioso tramo de Roncesvalles a Pamplona -que no tiene precio- desde Logroño a Ponferrada es mi ideal de viaje. Paisajes para el recogimiento: polvo sudor y hierro, olores matinales a trigo y hierba, frío agradable. Buena gente, buena comida. Encuentras a gente interesante con ganas de charlar y contar experiencias. Pueblos pequeños con iglesias preciosas. Ciudades regias (León, Astorga...), con clase y señorío; la gente vive en la calle, y los bares y terrazas son foros.
Y la parte que menos (la que te saltarías en bus si lo volvieras a hacer)
de Ponferrada a Santiago, pero no por los paisajes, sino por la masificación y la mercantilización. Las torrenteras de caminantes hacían que tuvieses que hacer tramos por carretera.
El pelotón
En este viaje íbamos... 1 persona.
Las bicis y el equipo
- Tipo de bici: Una GT avalanche del 2006 rígida total, con frenos de disco mecánicos, dos Maxxis, Larsen trasera y Crossmark delantera, cámaras con slime, manillar con cuernos largos, pedales mixtos spd/plataforma, cierres de seguridad en ruedas.
- Cómo llevabas el equipo: Bolsa de manillar, alforjas traseras
- En qué plan íbais: Medio
- ¿Algo que te sobrara o faltara?: Quizá me sobraba un maillot. La verdad es que iba muy justo de equipaje.
-
¿Alguna pieza del equipo que no iera el resultado esperado?:
El cierre de sillin KCNC. Demasiado light para acometer tanto trote.Se rompió solo montando la bici en Roncesvalles y tuve que improvisar poniendo el timbre como cierre de sillin.
El soporte de Aliexpress para llevar la linterna en el manillar. - Algo extravagante que llevaras en las alforjas: Siempre llevo dos navajas: una aitor multiusos y un cuchillo Schrade SCHF36. También una cuerda de Paracord de 3 m.
El viaje
El mejor día
La parada en El pajar de Agés, Burgos. Con un grupo de italianos me lo pasé de muerte. Con el dueño del albergue también pasé unos buenos ratos. Compartir mesa y comida con un Babel de gente y chapurrear una jerga multilenguaje. Luego conocí a dos especímenes peninsulares inclasificables, con los que tenías que ir con pies de plomo.El peor día
La salida de Roncesvalles a las 5:30... con el cierre del sillín roto y lloviendo a cántaros. Pero fue el bautismo... de agua.La llegada a Santiago: llegué agobiado, sin ganas de llegar. Cuando la chica del albergue me preguntó de dónde venía me quedé bloqueado, perdido. Quizá esa etapa fue demasiado larga, no lo sé. Luego, en la cama, pensaba si realmente había viajado o solamente había recorrido los 892 km marcados en el cuentaquilómetros. Me paranoyé mucho con este dilema, quizá intoxicado por la demasiada mitificación esotérico espiritual de la ruta. Después de tres años, aún me acompaña la duda y por eso necesito repetir la experiencia. Lo cierto es que saboreé el camino a mi manera.
El mayor quebradero de cabeza
El cierre del sillín fué una odisea; primero lo sustituí con el timbre, después con el desviador delantero (sí, desmonté cadena), después fuí a unos chinos y compré abrazaderas de tubería... nada. Al final, en el Corte Inglés de Pamplona compré un cierre de sillin, ay, pequeño, pues no había de mi medida. Lo abrí con unos alicates y compré un tornillo allen largo largo, lo doblé e hice un arco para corregir la obertura tan desmesurada del cierre pequeño. Al fina, así se ha quedado en la bici y así lo quiero conservar.También compré demasiado en un mercado: una barra de pan, melocotones, un salchichón y un melonazo que un gitano salao me regaló para ir tirando de veta y lo amarré todo al pulpo del trasportín. El trayecto se convirtió en un rosario de vaivenes de comestibles, que hasta bajaron a los radios de la rude trasera. En un bache se desintegró el melón y manchó el freno de disco trasero. Después, éste hacía un ruídaco infernal al frenar. Pero bueno, fue divertido ver a la gente flipando con mi melón.
También en Ponferrada me hice un bocata gigante con una barra de pan y dos blisters de chorizo y después, literalmente, no podía ni subirme a la bici.
Si repitieras el viaje, ¿qué harías diferente?
Viajar mucho más consciente. Lo que pasó es que fuí totalmente a saco, a la aventura, a vivir al día. Entonces me levantaba, ciclaba unos kilómetros, comía, descansaba, dormía debajo un pino, me levantaba y hacía 15 o 20 km en modo paseo, también trozos por la noche... Hice muchas vueltas y recorridos rarísimos, desviándome en algunos puntos. Dormir à la vivac es duro, sobretodo si vas sin toldo ni tienda. La ducha diaria no tiene precio. La próxima vez, darme más lujos y dormir unas tres noches en hoteles, sin complejos. No ir tan en plan "me against the world".Ah, me alargaría hasta Finisterre y empezaría en Saint Jean.